miércoles, 10 de junio de 2020

Siete Días Siete Noches - Itxa Bustillo

Les presento un nuevo relato, uno que está horneándose, que me ha salido así, de la nada, una historia erótica que quiero subir en alguna plataforma por capítulos. Obvio es para mayores de edad, ¿recuerdan el artículo anterior sobre las novelas sexuales? Bueno, pues esta será una de esas, no tan al extremo pero si y creo que la portada dice todo. No quiero decir más para no perder el encanto del misterio, lo que si les digo es que será una historia gratuita para disfrutar por capítulos, es un reto porque quiero que quede en relato corto o novela corta, así que sin más preámbulos les dejo la sinopsis y les regalo el primer capítulo. Luego les daré más noticias. 😊 ¿Quieren disfrutar esos siete días y sus noches?

Sinopsis:

Mi nombre es Alissa, soltera, recién graduada en Letras y con el deseo de conseguir trabajo editorial o docente, ejercer mi carrera y seguir estudiando. Sin embargo, jamás imaginé que mi triunfo universitario sería el pase que me cambiaría la vida para siempre.
Y para vivir experiencias que nunca creí vivir en carne propia.
Pero él lo quiso así, arrastrándome a su oscuridad y manteniéndome cautiva no sólo en cuerpo sino en la mente.
Porque él poseyó mi mente.
Y los bajos instintos tomaron control.
Me cambió el nombre y pasó a llamarme “Escarlata”
“Deja que el sueño comience y tus fantasías a fluir.” Fueron sus palabras.
¿Qué pasará estando con él? ¿Qué pasará cuando esto acabe?
Perdí el control de mí misma.
Él me ha marcado para siempre.


Capítulo 1

La fiesta de graduación estaba resultando perfecta. La facultad se había esmerado en que todo saliera perfecto. Acababa de recibir mi título en Letras y Literatura en la universidad de Georgetown y me sentía feliz, cerraba una etapa para iniciar otra y esa noche estábamos festejando con trajes de gala el triunfo estudiantil. Mi vestido de organza color beige me quedaba divino, era de escote y largo y sumado a mi moño retro y tiara de fantasía, me hacía parecer una estatua griega. Mido casi el metro ochenta, soy esbelta, de ojos cafés y cabello negro. Todo un personaje para esconderse detrás de unos finos e intelectuales lentes y mantener la nariz pegada en los libros. Me preguntaba si podría trabajar en alguna biblioteca si no encontraba otro trabajo. Pero esa noche no usaba mis lentes de lectura, no los necesitaba.

Disfrutábamos tomarnos fotos entre los compañeros, eran los gratos recuerdos que tendríamos y él, Douglas que había llegado de intercambio hacía seis meses desde Inglaterra y quien me había estado “cortejando” desde hacía tres, deseaba hacerse de muchas fotos conmigo. Era también alto y guapo, de pelo café y ojos miel, muy atractivo. Nos tomamos varias selfies con nuestros móviles mientras él me aferraba con fuerza de la cintura, y al brindis con champagne entre la música y las luces tenues y mientras me seguía sosteniendo sin soltarme, me decía una serie de palabras románticas pero a su vez ardientes. Deseaba que esa noche me entregara a él, me decía que lo tenía todo preparado y que sería una noche inolvidable pero yo lo seguía pensando. No era que fuera virgen, para nada sino que si decidía estar con él era solo por quitarme algo la excitación pero no por amor y eso era lo que no quería. No quería hacer algo que lamentara después ni tampoco lastimarlo. Por eso lo pensaba y tenía un par de horas más para seguir pensándolo. Él regresaría a Inglaterra a seguir especializándose en Literatura inglesa y me rogaba irme con él, vivir juntos, trabajar y seguir estudiando. El problema era que tenía una amiga que seguiría con la carrera de sexología porque su sueño era escribir libros de autoayuda de esa temática y me insistía tanto en estudiar juntas que ya no sabía qué hacer. Me sonaba excitante y me daba curiosidad la carrera pero los términos médicos no era lo mío, sin embargo, lo que no me imaginé era que viviría en carne propia una curiosa, perturbadora y a la vez excitante experiencia que me marcaría para siempre.
Y tenía que ver con sexo.
Y sucedió esa misma noche. Otro se había encaprichado conmigo, otro me había vigilado y sólo encontró una manera para conocernos personalmente.
Raptándome.
Cuando estaba por salir de los baños, pasada la media noche justo en ese momento me sorprendió un apagón. Todo el lugar se volvió una penumbra y eso me asustó. Vaya suerte la mía. Traté de palpar el llavín de la puerta y logré salir, afuera habían gritos de mujeres haciéndose las miedosas y también silbidos de hombres, seguramente aprovechándose de la oscuridad para tocar lo que quisieran. No dudaba que más de algunos se devoraran a besos en ese momento y rogaran que no volviera la luz para con seguridad, tener sexo en algún rincón escondido o detrás de alguna puerta. La idea era emocionante, lo reconocía, como también reconocía que de haber estado con Douglas, él hubiese sido de esos que me estampa contra alguna pared, me besa, me toca y quien sabe que yo le hubiese detenido. Sentía ya el champagne en la cabeza y por eso decidí no beber más. Iba a perderla y amanecer quien sabe a dónde.
Saliendo al pasillo completamente oscuro, alcancé a vislumbrar a lo lejos las fugaces luces de las linternas de los móviles de los demás y decidí buscar el mío en mi cartera estilo sobre y alumbrarme también. Usaba zapatos de tacón altos y no quería tener ningún accidente. Me detuve sólo un momento apoyándome en la pared cuando de repente alguien me asaltó sujetándome con fuerza de la cintura, aprisionando mis brazos y tapándome la boca. Mi bolso cayó al suelo, creí que era la broma de alguien, incluso del mismo Douglas que pensé me arrastraría de regreso al baño, para devorarme a besos, levantarme sobre la pared y su cuerpo y ensartarse en mí, embistiéndome con fuerza y desesperación hasta que los dos gritáramos el placer pero no era así. Quien me sostenía no era él, su perfume era diferente. El tipo parecía usar una capa y una máscara como de mármol que sentí en mi cara cuando se pegó. Su voz ronca me ordenó quedarme quieta, no oponerme a sus deseos y obedecerle en todo si quería seguir viviendo. Me aterré.
—A partir de ahora serás mía —rugió con voz grave sacudiéndome entera—, y te irás conmigo ahora mismo.
Sin importarme la amenaza me vi obligada a forcejear con él, gemí mis gritos en su mano por lo que él recurrió a lo más bajo, aprovechando el escándalo de afuera y sabiendo que nadie me oiría. Me pegó a la pared manteniéndome así entre el concreto y su cuerpo para inmovilizarme, apenas y me liberó la boca con la que no pude hacer nada para luego, como por arte de magia por su sorprendente habilidad, sentir un pañuelo en la misma, volviendo a silenciarme los gemidos pero ahora con un olor que me mareó, me debilitó y me hizo perder el conocimiento.
Sólo así quedé a la merced de ese desconocido que ardientemente me había susurrado que sería suya.
Y me llevó con él.


©Siete Días Siete Noches - Itxa Bustillo

Disponible ya en
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